Presentación

La sociedad en la que habitamos es una sociedad eminentemente urbana. La mayor parte de la población mundial vive en ciudades y entornos urbanizados y son éstas, aunque ocupen tan solo un 2% de la superficie terrestre, las que generan la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero al tiempo que consumen más del 78% de la energía mundial.

Por otro lado,  la adaptación  al cambio climático en los entornos urbanos es aún muy leve. Las ciudades con grandes superficies impermeables, con pocos espacios verdes y muchos desplazamientos en vehículos privados dependientes de combustibles fósiles, contribuyen a generar, entre otras cuestiones, el fenómeno conocido como isla de calor urbana que supone un incremento de riesgos para la población, como el aumento de las temperaturas en relación al entorno rural próximo a la urbe.

En Navarra es común la concentración de gran parte de la población en una ciudad que actúa como polo y condiciona las dinámicas del territorio aledaño generando, por ejemplo, movimientos pendulares de ida y vuelta entre los lugares de residencia y de trabajo. Actualmente el 54,6% de la población de Navarra vive en el área metropolitana de Pamplona, que ocupa únicamente el 4,7% de la superficie de la Comunidad Foral.  

Ante esta situación, el Gobierno de Navarra ha elaborado la “ Guía de adaptación al cambio climático en el planeamiento municipal” y la “Guía de urbanismo, arquitectura y cambio climático“ , que pretenden acompañar la adaptación del medio construido al cambio climático, señalando medidas de adaptación en espacios públicos, edificios o sistemas de drenaje, entre otros elementos.

La planificación territorial y el planeamiento urbanístico tienen por objeto construir territorios sostenibles y ciudades habitables en el presente y en el futuro. Desde el urbanismo decidimos la forma de la ciudad, los usos, la densidad de población de un barrio, decidimos sobre la relación entre ciudad y naturaleza y si los espacios verdes estarán conectados de manera que puedan recorrerse a pie o en bicicleta. 

Por suerte, existe ciudadanía organizada haciendo pequeñas acciones que tienen un impacto positivo en la adaptación al cambio climático, pero es desde los despachos de urbanismo y desde las administraciones donde se toman decisiones relativas, por ejemplo, a la peatonalización de áreas, a la renaturalización de ríos o al uso de aguas subterráneas. 

En una posible zona peatonal, se deciden, por ejemplo, los materiales en que ésta será definida, es decir, el impacto que supone el uso de un material u otro a nivel de su producción, su huella ecológica, su inercia térmica y, por tanto, su contribución a la isla de calor urbana, su durabilidad o la incorporación o no al diseño de la gestión del agua de lluvia, elementos que pueden contribuir a la mitigación del cambio climático.

La legislación ha incorporado esta perspectiva en el urbanismo, tanto a nivel estatal  como autonómico. Ahora, corresponde a las políticas urbanas facilitar la transición con urgencia; las ciudades tienen que reducir emisiones, mejorar la calidad del aire, bajar las temperaturas en los espacios públicos, aumentar sus zonas verdes e incorporar soluciones basadas en la naturaleza.